Mensaje de Carlos Celdrán
(1963, La Habana, Cuba) por el Día Mundial del Teatro 2019 que, como todos los
años, se celebrará el 27 marzo
Carlos
CELDRÁN, Cuba
Antes
de mi despertar en el teatro, mis maestros ya estaban allí. Habían construido
sus casas y sus poéticas sobre los restos de sus propias vidas. Muchos de ellos
no son conocidos o apenas se les recuerda: trabajaron desde el silencio, desde
la humildad de sus salones de ensayo y de sus salas llenas de espectadores y,
lentamente, tras años de trabajo y logros extraordinarios, fueron dejando su
sitio y desparecieron. Cuando entendí que mi oficio y mi destino personal sería
seguir sus pasos, entendí también que heredaba de ellos esa tradición
desgarradora y única de vivir el presente sin otra expectativa que alcanzar la
transparencia de un momento irrepetible. Un momento de encuentro con el otro en
la oscuridad de un teatro, sin más protección que la verdad de un gesto, de una
palabra reveladora.
Mi
país teatral son esos momentos de encuentro con los espectadores que llegan
noche a noche a nuestra sala, desde los rincones más disímiles de mi ciudad,
para acompañarnos y compartir unas horas, unos minutos. Con esos momentos
únicos construyo mi vida, dejo de ser yo, de sufrir por mí mismo y renazco y
entiendo el significado del oficio de hacer teatro: vivir instantes de pura
verdad efímera, donde sabemos que lo que decimos y hacemos, allí, bajo la luz
de la escena, es cierto y refleja lo más profundo y lo más personal de
nosotros. Mi país teatral, el mío y el de mis actores, es un país tejido por
esos momentos donde dejamos atrás las máscaras, la retórica, el miedo a ser
quienes somos, y nos damos las manos en la oscuridad.
La
tradición del teatro es horizontal. No hay quien pueda afirmar que el teatro
está en algún centro del mundo, en alguna ciudad o edificio privilegiado. El
teatro, como yo lo he recibido, se extiende por una geografía invisible que mezcla
las vidas de quienes lo hacen y la artesanía teatral en un mismo gesto
unificador. Todos los maestros de teatro mueren con sus momentos de lucidez y
de belleza irrepetibles, todos desaparecen del mismo modo sin dejar otra
trascendencia que los ampare y los haga ilustres. Los maestros de teatro lo
saben, no vale ningún reconocimiento ante esta certeza que es la raíz de
nuestro trabajo: crear momentos de verdad, de ambigüedad, de fuerza, de
libertad en la mayor de las precariedades. No sobrevivirán de ellos sino datos
o registros de sus trabajos en videos y fotos que recogerán solo una pálida
idea de lo que hicieron. Pero siempre faltará en esos registros la respuesta
silenciosa del público que entiende en un instante que lo que allí pasa no
puede ser traducido ni encontrado fuera, que la verdad que allí comparte es una
experiencia de vida, por segundos más diáfana que la vida misma.
Cuando
entendí que el teatro era un país en sí mismo, un gran territorio que abarca el
mundo entero, nació en mí una decisión que también es una libertad: no tienes
que alejarte ni moverte de donde te encuentras, no tienes que correr ni
desplazarte. Allí donde existes está el público. Allí están los compañeros que
necesitas a tu lado. Allá, fuera de tu casa, tienes toda la realidad diaria,
opaca e impenetrable. Trabajas entonces desde esa inmovilidad aparente para
construir el mayor de los viajes, para repetir la Odisea, el viaje de los
argonautas: eres un viajero inmóvil que no para de acelerar la densidad y la
rigidez de tu mundo real. Tu viaje es hacia el instante, hacia el momento,
hacia el encuentro irrepetible frente a tus semejantes. Tu viaje es hacia
ellos, hacia su corazón, hacia su subjetividad. Viajas por dentro de ellos, de
sus emociones, de sus recuerdos que despiertas y movilizas. Tu viaje es
vertiginoso y nadie puede medirlo ni callarlo. Tampoco nadie lo podrá reconocer
en su justa medida, es un viaje a través del imaginario de tu gente, una
semilla que se siembra en la más remota de las tierras: la conciencia cívica,
ética y humana de tus espectadores. Por ello, no me muevo, continúo en mi casa,
entre mis allegados, en aparente quietud, trabajando día y noche, porque tengo
el secreto de la velocidad.
¿Quién
es Carlos Celdrán?
Carlos
Celdrán es un director teatral galardonado con premios y de elevado prestigio, dramaturgo,
académico y profesor, vive y trabaja en La Habana, Cuba, y presenta su trabajo alrededor
del mundo.
Nacido
en 1963 en La Habana, Carlos Celdrán perfeccionó por primera vez su amor y experiencia
en el teatro en el Instituto Superior de Artes de La Habana, donde recibió el
grado de Licenciatura en Estudios de Artes Escénicas. Después de graduarse con
honores en 1986, inmediatamente comenzó a poner en práctica sus aprendizajes en
el ámbito profesional, trabajando primero como asesor residente y luego como
director de escena residente del Teatro Buendía en La Habana.
Ocupó
su cargo hasta el 1996, punto en el cual decidió que era el momento adecuado
para crear su propio grupo de teatro, el ahora mundialmente conocido y
prestigioso Argos Teatro. También radicado en La Habana, Cuba, Argos Teatro ha
ganado gran fama con sus interpretaciones de los clásicos europeos, las obras
de teatro latinoamericanas contemporáneas y con producciones originales bajo la
experta dirección de Carlos Celdrán como director de escena.
Las
representaciones de Argos Teatro han tenido como objetivo dar un nuevo soplo
vital al canon del teatro moderno europeo, con representaciones de Brecht,
Beckett, Ibsen y Strindberg, llevando la cultura y los gustos europeos al público
latinoamericano. Han hecho una gran labor por los dramaturgos cubanos,
mostrando producciones de artistas locales tales como González Melo
en múltiples ocasiones. Es esta fusión de diferentes culturas la que ha ayudado
a que Argos Teatro se convierta en uno de los principales grupos de teatro de Cuba
y sea aclamado más allá de sus fronteras. Su célebre laboratorio de actuación,
que busca encontrar un lenguaje común para los artistas escénicos, ha sido
considerado una iniciativa que une a todo el mundo.
El
punto álgido de la existencia de la compañía hasta la fecha fue su producción
titulada Diez Millones, una pieza escrita y dirigida por el propio Carlos
Celdrán. Esta pieza ganó el reconocimiento de la crítica tanto en Cuba como a
nivel internacional. Su representación más reciente, Misterios y pequeñas
piezas, en 2018, también escrita y dirigida por Carlos Celdrán, fue asimismo
muy bien recibida.
Tales
esfuerzos por Cuba y el teatro internacional han hecho que Carlos Celdrán sea
reconocido con premios y aplausos en innumerables ocasiones. Ha ganado el
Premio de los Críticos de Teatro Cubanos en la categoría de Mejor
Escenificación en múltiples ocasiones: recibió el premio 16 veces desde 1988 a
2018. Más allá de este reconocimiento de la crítica, también ganó el reconocimiento
de su país y del mundo, recibiendo el Distinción Nacional de la Cultura Cubana en
el año 2000 y el Premio Nacional de Teatro de Cuba en 2016, entre muchos otros.
Durante
su notable carrera, Carlos Celdrán se ha dedicado a inspirar y ayudar a otros
trabajando como profesor en instituciones de alto nivel en Cuba, América del
Sur y Europa. Él mismo ha trabajado constantemente para mejorar y profundizar
sus conocimientos, recibiendo su grado de Máster
en 2011 en el Instituto Universitario de Danza ‘Alicia Alonso’, de la
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Las
habilidades pedagógicas de Carlos Celdrán lo han convertido en parte de la
facultad del Instituto Superior de Artes de Cuba por más de 20 años, y ha sido
el director del curso de Maestría en Dirección Escénica desde 2016,
transmitiendo sus conocimientos a las generaciones venideras de los creadores
de teatro cubanos. Al mismo tiempo, encuentra salida para la expresión
artística con su dirección y creación dramatúrgica en Argos Teatro.
Enlaces
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Fuente:
www.world-theatre-day.org
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