domingo, 6 de mayo de 2012

REFLEXIONES SOBRE EL AMATEURISMO EN LAS ARTES ESCÉNICAS.

REFLEXIONES SOBRE EL AMATEURISMO EN LAS ARTES ESCÉNICAS.

Definir los términos profesional y aficionado

Aparentemente la economía no interesa nada más que a los profesionales, si embargo el teatro amateur, que ideológicamente no mercadea, se encuentra en un mercado del teatro. Los teatreros (muy aficionados al teatro, según la acepción coloquial del DRAE)amateur necesitan al público para existir. Podemos decir por lo tanto que se mueven en un mercado. En efecto, ofrecen un producto -el espectáculo de teatro- que encuentra una demanda, la del público.

La frontera entre la condición de aficionado y el profesionalismo es vaga y porosa. Los profesionales y los aficionados están a la vez lejanos y próximos. Están alejados porque allí donde esta regulada jurídicamente  tienen un tratamiento jurídico heterogéneo y diferenciado por el Ministerio que los acoge y por una gran parte de los poderes públicos. Próximos porque la situación de aficionados y profesionales son muchas veces similares a la hora de compartir ese mismo mercado de las Artes escénicas, dándose el caso de grupos que funcionan de forma híbrida, tanto como aficionados en ciertos circuitos como profesionales al acceder a ciertas salas. Los aficionados y los profesionales forman parte de lo mismo: proponen un producto al mercado, pero ¿cómo coexisten en ese mismo espacio?

Cuando un artista profesional se ve obligado, para asegurar su supervivencia, a tener un empleo, se acerca al modelo del aficionado que practica el teatro sin que esto sea para él una fuente de ingresos. De la condición de aficionado a la de profesional, hay pues un continuum de situaciones, próximas unas de otras. Es difícil de delimitar el espacio del profesional y el de la condición de aficionado. No existe barrera verdadera y cualitativa que una vez pasada introduciría a los teatreros en la profesión. Hay unos teatreros   de quienes se está seguro que son profesionales, otros de los que se está seguro que son aficionados, pero una buena parte todavía duda. Todo transcurre como si entre el mundo aficionado y el mundo  profesional se situara un amplió espacio, dónde verdaderamente no se está en ninguna parte, pero donde todavía se puede ir de un lado al otro.

La articulación de las prácticas de aficionados y profesionales es un problema aún ampliamente cuestionado. Los aficionados y los profesionales se colocan cada uno por su parte, sin saber lo que hacen los de en frente. Las autoridades públicas validaron esta existencia heterogénea y por lo tanto reforzaron la ignorancia mutua. Hay, en esta cuestión, un verdadero reto para las políticas culturales.

Reivindicar un espacio natural para la alternativa amateur.

Las artes escénicas son una práctica de alto valor para el desarrollo personal y colectivo porque son experiencias emotivas compartidas de representación de la realidad que permiten interiorizarla y enriquecer el sistema personal de valores. Como práctica compartida, las Artes Escénicas, son un factor importante de identidad cultural y de cohesión social, entre otros motivos porque permite comprender la diversidad de expresiones culturales que conviven en un territorio.

En algunos estudios realizados sobre percepción social de la cultura se concluye que la mayoría de ciudadanos atorgan un alto valor a las prácticas artísticas para el desarrollo personal a pesar de que su práctica sea minoritaria. Hay una cierta unanimidad por parte de profesionales de disciplinas como la pedagogía, la antropología, la sociología, la historia, etc... en considerar la importancia de las prácticas artísticas en el desarrollo no solo personal sino también colectivo, pudiendo incluso establecerse una cierta correlación temporal entre el surgimiento de movimientos artísticos y la eclosión de cambios sociales significativos.

Por eso son muchos los que practican disciplinas artísticas de  forma amateur, es decir por el mero hecho de mejorar o fortalecer su desarrollo personal o sus interacciones sociales sin que ello suponga el tener que hacer de esa disciplina artística su modo de vida.

Valorizar la práctica amateur de las artes escénicas.

Hay un cierto complejo en reconocerse como perteneciente al teatro amateur, aficionado o no profesional. Muchos grupos imitan las estructuras profesionales por ausencia de modelos propios. Por otro lado un cierto número de profesionales ve lo no profesional como competencia desleal o intrusismo y por lo tanto lo desprecia y lo presenta como un producto imperfecto o mediocre que solo interesa a unos pocos.

Corresponde a los “grandes aficionados”, a aquellos que “militan” activamente en la no profesionalidad, que tienen una trayectoria consolidada en ente campo, alzar la voz y reivindicar su derecho a coexistir con lo profesional.

En el ámbito cultural, la expresión “práctica amateur” designa cualquier actividad artística y cultural ejercida fuera de toda influencia escolar o profesional, individualmente o en grupo, en el marco del ocio y el tiempo libre. El aumento del tiempo libre y la búsqueda de ese desarrollo personal o social, del que antes hablaba, explican la expansión de las prácticas artísticas no profesionales que se integra en una política general de democratización de la cultura.

Los aficionados necesitan formación, intercambios y público para adquirir las herramientas que les faltan, para encontrar la exactitud de la expresión que buscan. No reivindican la “profesión”, pero tienen la exigencia del “oficio” de actor. Ofrecen su teatro al público, y con él la libertad de descubrir nuevas posibilidades de vida, nuevos lenguajes del cuerpo, la palabra y la imaginación. Hacen trabajo de creación y permiten que nos descubramos a nosotros mismos a través de su trabajo.

El discurso del amateur debe ser vindicativo; debe defender esa opción que ha sido  injuriada, calumniada o injustamente denostada, la de quien elige de forma consciente la alternativa de la no profesionalidad.

Dave Winer dice en una entrevista en el videoblog Rocketboom: Ser amateur no es menos que ser profesional. Simplemente es otra manera de hacer las cosas. La raíz de la palabra “amateur” es amor. Alguien que hace algo por amor es un amateur. Alguien que hace las cosas para poder pagar sus facturas es un profesional. Los amateurs tienen más integridad que los profesionales. Si eres un amateur tienes menos conflictos de intereses y menos motivos para no decir la verdad que si tienes que conseguir pagar tus facturas y agradar a todo el mundo.

Pero no es necesario oponerse a lo profesional para defender lo amateur. Simplemente lo profesional no es un estadio superior del amateurismo. Muchos parecen ir pregonando en su quehacer diario algo parecido a “yo de mayor quiero ser profesional”.

Siempre que se oye la palabra amateur se piensa en alguien que realiza una actividad sin remunerar puesto que no es tan bueno como un profesional. Una definición de amateur que se construyó por oposición a profesional. Es necesario cambiar la perspectiva. Amateur es aquel que ama, aquel que hace algo por pasión. Nunca deberíamos pensar en ser amateurs para algún día llegar a ser profesionales sino lo radicalmente opuesto, si algún día dejamos de ser amateurs en algo que estamos haciendo profesionalmente, ese día debemos de dejar de ser profesionales.

Hoy en día, las etiquetas de amateur o aficionado (equivalente a diletante, que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional) son ligeramente despreciativas. Popularmente se define a un amateur o aficionado como alguien que no alcanza las normas profesionales, o que hace su trabajo con torpeza o falta de destreza o conocimiento.

Pero originalmente “amateur” proviene del verbo latino amare, amar, y se refiere a una persona que ama lo que hace, que disfruta realizando una actividad determinada. Los significados más antiguos de estas palabras, amateur o aficionado, atendían a la experiencia en si misma, al disfrute de esta y no a los resultados. Ser aficionado o amateur, sobre todo en ciertos campos como el deporte, la literatura o la ciencia, se convertía en un valor añadido. Se valoraba más el disfrute que nos proporcionaba el ejercicio de dicha actividad, aunque los resultados no cumplieran los cánones de la ortodoxia profesional.

Pero esa valoración ha cambiado. Actualmente se juzga más por los resultados y por el rendimiento, que por la calidad de la experiencia, lo que lleva a muchos a ocultar su condición de amateur o aficionado, para no sufrir las consecuencias de esa valoración despectiva. Se vuelcan más en la obtención del éxito y del reconocimiento del mercado en el que compiten, que en el disfrute de la propia experiencia. Son cada vez más los que olvidan que el disfrute de las propias acciones les impulsaría a un mayor grado de implicación en la adquisición de conocimiento y de especialización, y quizás de riesgo, que el hecho de seguir unas directrices profesionales que, mal entendidas o aplicadas, acabarán castrando su inventiva o creatividad en aras de la obtención de un éxito cortoplacista.

En el mundo de las nuevas tecnologías se puede comprobar que el saber del que se alimenta el amateur -se llame Steve Jobs o Bill Gates- produce objetivos que el profesional ni siquiera concibe. Simplemente porque el profesional tiende a seguir lo profesionalmente establecido como cierto, mientras el amateur, menos prescrito, goza la ventaja de jugar con la mentira y con la providencia de lo incierto.

El Amateur...aficionado..., no profesional, debe reivindicar un espacio natural para la alternativa no profesional datándolo de un discurso propio y de base “ideológica” sólida. Debe valorar la práctica no profesional de las artes escénicas, alzar la voz y reivindicar su derecho a coexistir con lo profesional, debe en fin practicar el amateurismo consciente, deseado, orgulloso.

El amateurismo llega más  lejos con un presupuesto exiguo que un profesional en les mismas condiciones porque suple con imaginación, pasión, sinceridad lo que no puede comprar. Las compañías no profesionales llegan, a sitios que los profesionales no pueden o no quieren llegar. Las compañías no profesionales actúan en espacios que no aceptarían nunca las compañías profesionales (sus montajes no están pensados para estos espacios) y a salas con dotaciones técnicas claramente insuficientes. No obstante consiguen atraer la atención del público, su reconocimiento y sus aplausos. Las compañías no profesionales crean público para las artes escénica, un público que luego acude a las salas comerciales y contribuyen a los ingresos de las profesionales. Las compañías no profesionales no tienen acceso a los ámbitos de decisión.

Podemos decir del amateurismo y de la profesionalidad que son las dos definiciones o ideales-tipo de las que nos servimos para describir las prácticas del teatro, las dos orillas opuestas de un mismo espacio. Pero para describir la realidad del teatro no son suficientes estos dos términos.

En nuestra opinión, la clave de una articulación positiva de las prácticas de aficionados y profesionales se encuentra en esta zona intermedia donde los modelos se cruzan y donde los protagonistas vacilan. Una política cultural audaz tendría por objetivo llenar este vacío estatutario y jurídico. Debería definir formas jurídicas para los "profesionales" y para los  "grandes aficionados" y quizás articular una forma intermedia de “semiprofesionales”. Eso permitiría una aclaración de los estatutos de los unos y de los otros, y sería entonces quizá posible prever una división razonada y adaptada a los recursos y a las especificidades de cada uno del espacio de creación y difusión artística. Una definición clara establecería un cordón sólido de transición entre el mundo aficionado y el mundo profesional.

Es esta indefinición jurídica y estatutaria la que provoca un cierto distanciamiento y desconfianza entre ambas orillas.


Carlos Taberneiro

12 comentarios:

  1. Lo primero que he de decir es que yo soy integrante de la plataforma “Yo apoyo al teatro profesional asturiano”. Plataforma que ha sido creada recientemente por profesionales de las artes escénicas asturianas como respuesta a la situación que vive el Teatro Profesional asturiano, atenazado por varias circunstancias que han ido tomando forma durante los últimos años.

    Aunque sea integrante de dicha plataforma quiero aclarar que hablo a título personal y que mis comentarios, en ningún caso, deben ser atribuidos a dicha plataforma.

    Vistos los artículos publicados en vuestro blog:
    1. “Reflexiones sobre el amateurismo” de Carlos Taberneiro,
    2. “La Plataforma "Yo apoyo al Teatro PROFESIONAL Asturiano", acusa al teatro amateur de intrusismo, deslealtad y suplantación”. escrito anónimamente y leyendo los comentarios escritos esta última publicación, puedo observar el desconocimiento que muchos de vosotros tenéis respecto a la realidad de la situación de las artes escénicas en el Principado de Asturias (cosa, por otro lado, totalmente comprensible)

    Parece ser (y seguramente sea por culpa nuestra ya que no debemos explicarnos correctamente) que no se entiende que desde la plataforma no atacamos al teatro amateur.
    Una gran parte de las personas que conforman esta plataforma han comenzado su carrera artística en grupos amateur, y ninguna de esas personas se avergüenzan ni esconden su pasado. Podríamos decir todo lo contrario. Hablan de forma realmente orgullosa de ello.
    Os confesaré una cosa. Me encanta el spinning…
    Hago ejercicio, libero tensión, me divierto y además conozco gente. Desgraciadamente las clases de spinning no son gratis. Así que para disfrutar de esa actividad que tanto me gusta no me queda más remedio que pagar religiosamente una mensualidad al gimnasio donde recibo dichas clases.
    Entiendo que como afición mía que es, nadie me la debe subvencionar (y por sí alguien tiene la tentación de responderme argumentando la importancia del apoyo a la cultura, deciros que podría estar horas hablando de la importancia de fomentar el deporte y la vida sana por parte de la administración pública, así como de los ahorros que probablemente tendrá el sistema de sanidad público si la población mantuviera una vida sana y equilibrada)

    No os voy a negar que si el Principado abonara al gimnasio la mensualidad por mí, aceptaría encantando.
    Pero… ¿alguien entendería que el Principado me pagase y yo cobrase por ir al gimnasio y recibir clases de spinning?

    Para evitar que alguien haga demagogia con mi ejemplo, lo modificaré un poco.
    Supongamos que nos juntamos unos cuantos amigos para hacer spinning y conformamos una asociación llamada: “Club deportivo de Spinning”
    ¿Entonces ya tendríamos derecho a cobrar por practicar el spinning?

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  2. Si te dedicas al teatro amateur, eres amateur. Haces teatro por gusto, por afición, por terapia, por compartir tu tiempo libre con otras personas o por la razón que sea.
    Pero sea cual sea esa razón, NUNCA debe existir lucro por llevarla a cabo.

    Incluso, y valiéndome del argumento que he dado anteriormente, como afición que es, entiendo que puede ser costosa para aquel que la practica.
    Aún pensando como he explicado, puedo “aceptar” y “entender” que a las compañías amateur se le ayude económicamente (por medio de subvenciones o permitiéndoles ensayar en espacios de forma gratuita) para hacerles menos costosa esa afición, ya que de alguna manera también hacen cultura en esta región (en esta o en cualquiera)

    Pero si las compañías amateur ya reciben subvenciones…
    ¿Por qué deben cobrar cachets que en algunos casos superan los 1000€?
    Si esas retribuciones se hacen en concepto de gastos…
    ¿Una compañía de teatro sin ánimo de lucro tiene 1000€ de gastos por cada actuación que hace? ¿En qué se gastan ese dinero?
    ¿Por qué los actores y las actrices de las compañías cobran sueldos de 80 e incluso 100€?
    Si ya han recibido subvención ¿No deberían actuar gratuitamente?

    Debemos dejar claro que no todas las compañías amateur son iguales, al igual que no todas las compañías profesionales lo son.
    Algunas compañías amateur hacen teatro por el hecho de compartir una afición y pasárselo bien.
    Pero desgraciadamente otras han visto en el teatro amateur una buena “mina”, una buena manera de sacarse un dinerito extra (a veces no tan dinerito…) haciendo algo que les gusta.

    Apoyo y apoyaré siempre el teatro amateur como un aportador cultural que es.
    Apoyo y apoyaré siempre la importancia de la cultura en el desarrollo y la educación de un país.
    Pero apoyaré al teatro amateur cuando realmente sea teatro amateur y no un negocio encubierto.

    Una compañía profesional es una empresa privada. Como cualquier empresa privada tiene unas obligaciones legales y fiscales. Obligaciones que no tienen las compañías amateur.

    Las compañías profesionales tienen que pagar a los actores que trabajan para ellos. Pagarles sus sueldos, darlos de alta en la seguridad social, las retenciones etc… de cada ensayo y de cada función.
    Esto, como es obvio, hace que las compañías profesionales tengan unos gastos y que el producto que vendan sea más costoso que aquellos que ni pagan autónomos, ni pagan ensayos, ni pagan seguridades sociales ni pagan nada.

    En Asturias compañías profesionales y compañías amateur compiten a la hora de vender sus productos a los teatros.
    Como es lógico aquellos que no tienen gastos podrán ofrecer su producto a un precio muy inferior al de aquellos que si lo hacen.
    Ahí nace el problema. Y ahí reside la competencia desleal

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  3. Con esto, se está creando un mercado “alternativo” en el cual aquellos que no tienen ciertas obligaciones fiscales pueden vender sus productos a mejor precio.
    Se está creando un mercado en dónde aquellos que realizan su actividad desde el estatus “profesional” se ven gravemente perjudicados por aquellos que la realizan desde el estatus “amateur”
    Y las administraciones publicas en vez de diferenciar las distintas naturalezas de los grupos creadores, en su afán de ahorrar dinero, no programan teatro profesional y cubren sus programaciones con teatro amateur.
    ¿No es eso intrusismo y competencia desleal?
    Y si no lo es: ¿Cómo explicas estos datos?
    • En 2011 en Asturias por primera vez las funciones de compañías "amateur" superaron a las PROFESIONALES:
    409 Teatro Amateur
    398 Teatro PROFESIONAL

    • En 2011 se programaron 100 funciones MENOS de compañías profesionales que en 2010

    (Datos obtenidos a través del “Anuario de Teatro de Asturias” y del B.O.P.A)

    • En el día internacional del teatro del 2012, NINGUNA compañía profesional asturiana trabajó en ningún teatro asturiano. Por supuesto si lo hicieron compañías amateur (cobrando sus respectivos cachets)

    Es ilógico que los ayuntamientos paguen a aficionados por actuar. ¿No vale con que les cedan el espacio para desarrollar la actividad?
    Es ilógico que compañías profesionales y amateur compitan por un espacio donde actuar.
    Es ilógico que los ayuntamientos reduzcan incluso anulen la programación teatral profesional pero mantengan y aumenten la programación de teatro amateur (por supuesto pagando sus cachets)


    Pero es cierto que de eso las compañías amateur no tienen la culpa…

    Vuelvo a repetir que no todas las compañías amateur ni todos los participantes del teatro aficionado son iguales (para que no haya dudas de que no ataco a todo un sector si no a participantes concretos de ese sector)
    Más allá de la moralidad de cada uno, lo cierto es que la culpa no es de aquel que se aprovecha de la situación si no de aquellos que lo permiten.
    Y quienes lo permiten y lo fomenta son los diferentes políticos que han “gestionado” esto.

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  4. En el artículo de Carlos Tabeiro se dice:

    “Ser amateur no es menos que ser profesional. Simplemente es otra manera de hacer las cosas. La raíz de la palabra “amateur” es amor. Alguien que hace algo por amor es un amateur. Alguien que hace las cosas para poder pagar sus facturas es un profesional. Los amateurs tienen más integridad que los profesionales. Si eres un amateur tienes menos conflictos de intereses y menos motivos para no decir la verdad que si tienes que conseguir pagar tus facturas y agradar a todo el mundo”

    “Hay un cierto complejo en reconocerse como perteneciente al teatro amateur, aficionado o no profesional. Muchos grupos imitan las estructuras profesionales por ausencia de modelos propios. Por otro lado un cierto número de profesionales ve lo no profesional como competencia desleal o intrusismo y por lo tanto lo desprecia y lo presenta como un producto imperfecto o mediocre que solo interesa a unos pocos”

    En ningún caso desde la plataforma se ha dicho ni insinuado nada parecido a eso. Y por supuesto esto no es una guerra de ver quien es más culto, o dicho de forma más chabacana, “No es cuestión de ver quien la tiene más larga”
    Desde mi punto de vista, y sin querer ofender a nadie, me parece que afirmaciones de este tipo responden más a un complejo propio que a un ataque desde afuera:

    “Excusatio non petita, accusatio manifesta” (excusa no pedida, manifiesta acusación)

    “El amateurismo llega más lejos con un presupuesto exiguo que un profesional en les mismas condiciones porque suple con imaginación, pasión, sinceridad lo que no puede comprar. Las compañías no profesionales llegan, a sitios que los profesionales no pueden o no quieren llegar”

    Tan solo puedo decir que estas afirmaciones son juicios de valor que en ningún caso se acercan a la realidad asturiana y que ponen de manifiesto el desconocimiento total sobre la realidad de las compañías profesionales y amateur del principado. Si supieras los datos reales de las subvenciones recibidas por compañías Profesionales y amateur en Asturias seguramente no harías afirmaciones de este tipo.
    “Las compañías no profesionales actúan en espacios que no aceptarían nunca las compañías profesionales (sus montajes no están pensados para estos espacios) y a salas con dotaciones técnicas claramente insuficientes. No obstante consiguen atraer la atención del público, su reconocimiento y sus aplausos”

    Esta afirmación vuelve a poner de manifiesto el total desconocimiento de la situación real de las artes escénicas en Asturias. Las compañías profesionales y amateur trabajan (y digo trabajar porque cobran por ello) en las mismas salas.
    Y sí, ambas comparten salas con dotaciones técnicas claramente insuficientes.
    Respecto a lo de atraer la atención del público, me congratulo de que así sea. Eso es bueno para todos. Pero debemos remarcar que en Asturias una gran cantidad de programadores no notifican a su público que el espectáculo que van a ver es de una compañía amateur o profesional (¿Por qué será? ¿Tienen algo que ocultar? )

    Desde el artículo publicado anónimamente se dice:
    “A nosotros nos produce tristeza. Una tristeza que viene de comprobar que alguien piensa que los responsables, de la mala situación de las artes escénicas en general y de las profesionales en particular, son los amateur. Eso es no entender nada, o no querer morder la mano de quienes les subvenciona o tiene que abonar las deudas pendientes, por si en el futuro hay que llegar a acuerdos con ellos”
    ¿No querer morder la mano de quienes les subvenciona?
    ¿No es acaso una forma de morder la mano denunciar públicamente la nefasta gestión de los diferentes gobiernos en el ámbito teatral?

    Si tan poca razón y descabelladas son las peticiones de la plataforma… ¿Por qué ningún responsable del teatro amateur asturiano ha salido a “defenderse”?

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  5. En mi opinión tantas respuestas sin responder y tanto silencio responden a algo tan simple como que muchos de esos responsables saben que la situación actual es completamente injusta para el teatro Profesional pero mientras ellos sean los beneficiados, cuanto más calladitos: mejor.
    Y si nos ponemos a hablar de morder o no morder a aquellos que nos subvencionan…
    ¿Contamos al gran público cual es la relación real entre ciertos partidos políticos y cierto dirigente de FETEAS (Federación de grupos de teatro amateur del Principado de Asturias)?

    Obviamente el problema del sector profesional de las artes escénicas en Asturias no recae únicamente en el teatro amateur. Pero tampoco me cabe duda de que este es uno más de ellos.

    Finalmente, en otra cosa os voy a dar la razón:
    Ladran, luego cabalgamos amigo Sancho.

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  6. Querido Carlos, no puedo estar más de acuerdo contigo en todo lo que planteas. Creo que pones el dedo en la llaga. Es preciso definir un estadío intermedio y creo firmemente que la labor del teatro aficionado redunda en beneficios para el profesional, por más que haya casos de competencia desleal, que los habrá, no lo pongo en duda.
    La teoría dice que no debemos tener ánimo de lucro, pero la mayoría de los grupos no contamos con subvenciones ni ayudas y en muchas ocasiones cruzamos el país de punta a punta para una función. Y eso cuesta dinero. Nosotros -y hablo por mi grupo- no ganamos un euro, pero tampoco nos cuesta nada hacer teatro, más allá del tiempo y el trabajo que le dedicamos, que es mucho.
    Meininger, Antoine y Stalislavski fueron aficionados. Y desde esa plataforma cambiaron la manera de hacer teatro en su tiempo, porque por encima de todo, nuestro teatro es libre.
    Pablo Canela.

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  7. Estimado Pablo:

    No es preciso ningún "espacio intermedio" si las líneas rojas de la legalidad se establecen de manera inequívoca.

    En el Principado de Asturias -que es donde nace la Plataforma "Yo apoyo al Teatro PROFESIONAL Asturiano"- son las empresas dedicadas a la Artes Esccénicas las que carecen de ayudas públicas dignas y son ellas -sobre todo en los tiempos que corren- quienes deben tener prioridad ante el acceso a dichas ayudas -al fin y al cabo generan empleo(algo ajeno al amateurismo, ¿o no?).

    Por otro lado, las alusiones etéreas a grandes hombres del teatro contemporáneo se hacen indigeribles: todos los profesionales fueron aficionados y precisamente porque saben lo que es eso, saben que "eso" no es ser aficionado.

    Con actitudes a medio camino entre la nada y la desfachatez, el teatro PROFESIONAL no puede aspirar a ese espacio de libertad que tanto airean -por no poder aferrarse a otra cosa- los llamados "amateurs".

    Un saludo.

    Jorge MOreno

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  8. Queridos profesionales:
    Los acomplejados deberíamos ser los amateur. Pero veo que, al menos en Asturias, tenéis un miedo a los amateur que no es fácil de entender salvo que no confieis mucho en la calidad de vuestro trabajo o en vuestro talento.
    Si unos amateur, que "solo están en esto para pasarlo bien" os comen terreno es que a lo mejor ofrecen mejor producto.
    Otra cosa... los programadores no son imbéciles y si no os programan o prefieren a los amateur por algo será.
    Si tan magnifico es y también tratados están los amateur ¿Por qué no os hacéis amateur?
    Dicen aquello de que a perro flaco todo son pulgas. En este caso y con la crisis encima se hace más realidad que nunca.
    Por cierto no habéis pensado cerrar las fronteras de Asturias a los grupos profesionales de fuera. Entra dentro de la misma lógica…

    caantaro@wanadoo.es

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  9. Querido caantaro, si lees con atención observarás que no existen criterios de calidad en esta problemática. Es esa una batalla inútil que no nos interesa. Se habla de injusticia, de compañías constituidas como asociaciones sin ánimo de lucro que cobran mil euros por bolo. Se habla de ayuntamientos que compran estos bolos mileuristas porque salen más rentables al peso. Se habla, en suma, de COMPETENCIA DESLEAL, con todas sus letras. Pero, sobre todo, se habla de la situación en Aturias. Es evidente que si vivierais cerca de nuestras fronteras, es posible que nos comprendierais. Si sois verdaderos amateurs sabéis que lo que se vive en Asturias no es verdadero amateurismo. La ley y la justicia hablarán.
    Cristina Cillero, actriz

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    1. Querida Cristina:
      Quizás no os interese el debate de la calidad porque lo tenéis perdido.
      Por mucho que admitiéramos que los grupos de teatro amateur actúan porque a los ayuntamientos les resulta más barato... el público no es tonto.. No hay que tomar al público por borregos.
      Esa afirmación demuestra desconocer como piensan los políticos... si ellos programan algo es buscando una rentabilidad social, para su lucimiento personal. Para vender su buena gestión necesitan éxitos. Y en el mundo del teatro le éxito lo da el público.
      Si se programan grupos amateur (cuesten lo que cuesten) es porque el público los acepta. Si el público no acudiera a las funciones, no se programarían.
      Por otro lado ¿quien os creéis que sois para repartir calificativos de lealtad o deslealtad a troche y moche? ¿Sois los amos o los dueños? La lealtad se le puede pedir a un amigo o a un esclavo. A un adversario o competidor (fíjate que no digo enemigo) no se le puede pedir que sea leal, como mucho se le puede pedir que juegue limpio, y eso depende de la ética de cada uno.
      El teatro amateur es leal por naturaleza. Jamás irá en contra del profesional porque le importa un bledo el profesionalismo. Al amateur no se le ocurrirá llamar desleal (o traidor, que sería lo mismo) a un profesional, pues no lo necesita para seguir adelante, porque su futuro no depende del profesional. El amateur reconoce y respeta al profesional y lo contrata incluso cuando lo necesita.
      Pero ciertos profesionales (los malos por lo regular) se empeñan en administrar los derechos y libertades de los otros (en este caso de los amateur) pretendiendo decir hasta donde pude llegar o no con su espectáculo y lo que debe o no cobrar.
      Esa autoridad, para administrar derechos y obligaciones, solo le corresponde al estado y en su nombre las distintas administraciones que de él dependen.
      Los profesionales no son quien para decir si es justo o no que un grupo cobre tanto o cuanto, y si debe actuar en este o aquel sitio. La justicia la administra quien la administra y a los profesionales nadie les ha investido de la autoridad necesaria para administrar justicia.
      Los malos profesionales van de “sobrados” y se creen los depositarios de algo que no les pertenece. Así les va… y por eso atacan al que creen más débil porque con el fuerte no se atreven.
      Pero se acabó la época de inclinar la cabeza y de decir “amen” a lo que de forma caprichosa decidan los mediocres. El fin del amateurismo es otro y su consecución no depende del beneplácito del profesional.

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  10. Queridos "aficionados":

    En Asturias no existe miedo al verdadero amateurismo porque éste -lamentablemente- se halla relegado (entre otras cosas por el comportamiento atroz y cainita de numerosos grupos de afición dudosa). Lo que sí brota es una indignación desbocada ante quienes no están en esto "para pasarlo bien", sino para lucrarse de manera ostensible, incurriendo en la competencia más desleal.

    ¿Desde cuándo la escena amateur ofrece un "producto"? ¿Desde cuándo pugna por el mismo espacio que los verdaderos profesionales? ¿Desde cuándo entre en el mismo paquete programático?

    Las empresas no trocan en grupos amateur por dos motivos fundamentales:

    1. Pura dignidad profesional (¿constituye un avance asumir que nuestra actividad no es un oficio?).

    2. Pura dignidad moral (¿constituye un avance asumir que "todo vale"?).

    Hablar de "perros flacos" resulta irónico en esta Asturias de nuestros amores -y odios- cuando el número de funciones -mal llamadas- "amateur" pulveriza ya al sector teatral, solapándolo y, lo que es más preocupante, ocultando la verdad al público.

    Para concluir, referirse al cierre de fronteras no merece discusión -hablamos de profesionalismo, que es (o debería ser) igual tratado en todas partes.

    Un último mensaje: aquellos carpinteros, farmacéuticos, funcionarios... que desarrollan su "afición" de manera lucrativa deberían encontrarse mañana mismo con el equivalente "amateur" a la puerta de sus empresas. Tal vez así nos comprendamos mutuamente.

    Jorge Moreno, actor, director y autor.

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  11. Querido profesional:

    Tu también te crees con el derecho a decidir quién es o no amateur. Te ruego me indiques en que ley te basas para otorgar “licencias” de amateurismo. A ver si te enteras de una cosa. Ser un profesional no esta reñido con “pasarlo bien” haciendo teatro. Si sufres haciendo teatro mejor dedícate a otra cosa... no es lo tuyo. ¿Donde esta el delito de pasarlo bien y además recibir una compensación por hacer pasárselo bien a los demás?
    Tu también te crees con el derecho a decidir que espacio debe ocupar cada uno y si su trabajo es o no un producto. Consulta el DRAE. Pero la discusión semántica no me interesa. A buen entendedor….
    Tu también eres de los que crees que el amateur se le puede insultar diciendo que hace un oficio. Los oficios (las ocupaciones habituales) también pueden ser artísticos. ¿Lo sabias?. Hacer un oficio o una profesión algunos lo consideran muy similar pero en cualquier caso es igual de digno. En el teatro todo vale (como no podría ser de otra manera si creemos en la expresión libre) siempre y cuando respete la ley o las normas comúnmente asumidas. Las normas no las dictan ni los profesionales (aunque lo pretendan algunos dictadorcillos) ni los amateur. Podrían, eso si sentarse en torno a una mesa y establecer un marco consensuado de normal convivencia. Pero eso, que yo sepa, no se ha dado, por lo tanto ¿Quién eres tu para decir lo que si vale y lo que no?.
    Tu también eres de los que crees que el teatro amateur debe ponerse una etiqueta de amateur, para “advertir” al público de su condición. También crees que el público es ignorante. ¿Como la estrella de David de los judíos te valdría?. ¿Y, que tal si dentro de la estrella ponemos “Soy amateur estúpido”?
    Estoy de acuerdo en que el profesionalismo debería ser tratado igual en todas partes. Y el amateurismo también… vamos, si no te importa.
    Te respondo a tu último párrafo por respeto. Los carpinteros se encuentran cada día con amateur que les hacen competencia y si son buenos no se preocupan lo más mínimo. Los farmacéuticos solo pueden ejercer si tienen título (aunque todos somos un poco farmacéuticos cuando nos auto medicamos y por lo tanto amateurs) y los funcionarios lo son si están contratados por la administración (función pública). Ninguno puede ejercer de forma amateur salvo que se acoja a un programa de voluntariado, que suele tener una regulación clara e inequívoca.
    Veo que tu... también eres de esos profesionales a los que las anteojeras no les dejan ver lo que pasa a su alrededor.

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