photograph by Pascal Gely |
Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la Representación se manifiesta.
Bajo los árboles de pequeñas aldeas y sobre sofisticados escenarios en grandes metrópolis; en salones de actos de colegios y en campos y en templos; en suburbios, en plazas públicas, en centros cívicos y en los subsuelos de las ciudades, la gente se reúne en comunión en torno a los efímeros mundos teatrales que creamos para expresar nuestra complejidad humana, nuestra diversidad, nuestra vulnerabilidad, en carne y hueso, aliento y voz.
Nos reunimos para llorar y para recordar; para reír y contemplar; para aprender, afirmar e imaginar. Para maravillarnos ante la destreza técnica, y para encarnar dioses. Para dejarnos sin respiración antes nuestra capacidad de belleza, compasión y monstruosidad. Vamos para llenarnos de energía y poder. Para celebrar la riqueza de nuestras diferentes culturas, y para hacer desaparecer las barreras que nos dividen.
Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la Representación se manifiesta. Nacido de la comunidad, lleva puestas las máscaras y vestimentas de nuestras distintas tradiciones. Utiliza nuestras lenguas, ritmos y gestos, y abre un espacio entre nosotros.
Y nosotros, los artistas que trabajamos con este antiguo espíritu, nos sentimos impulsados a canalizarlo a través de nuestros corazones, nuestras ideas y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en toda su cotidianeidad y su rutilante misterio.
Pero en esta época en la que tantos millones de personas luchan por sobrevivir, sufren bajo regímenes opresivos y el capitalismo depredador, huyen del conflicto y la escasez; en la que nuestra privacidad es invadida por servicios secretos y nuestras palabras censuradas por gobiernos intrusivos; en la que se aniquilan los bosques, se exterminan especies y se envenenan los océanos: ¿Qué nos sentimos impulsados a revelar?
En este mundo de poder desigual, en el que distintos órdenes hegemónicos intentan convencernos de que una nación, una raza, un género, una preferencia sexual, una religión, una ideología, un marco cultural es superior al resto, ¿se puede realmente defender la idea de que las artes deberían apartarse de las agendas sociales?
Nosotros, los artistas de escenarios y ágoras, ¿nos conformamos con las demandas asépticas del mercado, o utilizamos el poder que tenemos: para abrir un espacio en los corazones y las mentes de la sociedad, para reunir gente a nuestro alrededor, para inspirar, maravillar e informar, y para crear un mundo de esperanza y colaboración sincera?
Traducción: Fernando Bercebal
Bret Bailey es un dramaturgo Sudafricano, diseñador, director, realizador de instalaciones y director artístico del THIRD WORLD BUNFIGHT.
Sus aclamadas obras iconoclastas, que interrogan las dinámicas del mundo post-colonial, incluyen BIG DADA, IPI ZOMBI?, iMUMBO JUMBO, medEia and ORFEUS.
Sus instalaciones-performance incluyen EXHIBITs A & B. Sus obras se han representado en Europa, Australia y África y han ganado diversos premios, incluida una medalla de oro al diseño en La Cuatrienal de Praga (2007).
Presidió el jurado de la Cuatrienal de Praga (2011), y fue jurado del concurso ‘Music Theatre Now’ del Instituto Internacional del Teatro en marzo de 2013. Dirigió el espectáculo inaugural de la Cumbre Mundial de las Artes y la Cultura en Johannesburgo (2009), y desde 2006 a 2009, los espectáculos de inauguración en el Festival Internacional de las Artes de Harare. Desde 2008 a 2011 fue curator del único festival público de las artes de Sudáfrica, ‘Infecting the City’, en Ciudad del Cabo.
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