Existen dos vertientes del teatro: el profesional y el de aficionados. Nosotros y nosotras, como miembros orgullosos de grupos de teatro aficionado, tratamos de hacer un buen papel a pesar de nuestra falta de formación profesional allá donde vamos. El teatro es algo que amamos y respetamos porque nos ha hecho pasar muchos buenos momentos, ya sea como espectadores o como intervinientes. Intentamos por todos los medios subsistir y llevar nuestra ilusión y alegría hacia todos los lugares a los que nuestra economía nos permite asistir.
No nos dedicamos a esto profesionalmente. Somos madres, padres, trabajadores, estudiantes y jubilados que encontramos en la puesta en escena de obras un maravilloso placer sin más pretensión que mostrar un trabajo que nos ha supuesto una gran dedicación arrancada de los momentos de ocio y descanso que tenemos. No ganamos un duro. En ocasiones tenemos que ponerlo de nuestro bolsillo e invertir dinero, tiempo y ganas para conseguir que el esfuerzo realizado no resulte en balde. Esa es nuestra filosofía y anhelo. La recompensa mayor que podemos obtener es el aplauso sincero del público y de vez en cuando, algún premio en un Certamen local, que cuando es económico sirve para sufragar los gastos (si es que llega) y cuando no lo es, para alimentar levemente el ego, que como es de suponer nunca viene mal.
Para nosotros un premio aquí o allá es de vital importancia por lo expuesto. Los eurillos obtenidos se emplean en pagar el decorado, vestuario y demás gastos de la siguiente obra, así como los gastos derivados de las representaciones. Si no fuera por esas pequeñas ayudas, no podríamos hacer prácticamente nada. Dependemos en gran medida de ellas.
Por ello, no podemos entender que, como está ocurriendo últimamente, algunos grupos cuyos integrantes son profesionales, acudan a los certámenes de teatro aficionado. Este fenómeno comienza a extenderse peligrosamente, lo cual nos preocupa, puesto que supone un agravio comparativo con aquellos grupos auténticamente aficionados. En los últimos tiempos, es fácil encontrar en los certámenes de teatro aficionado a grupos cuyos integrantes han estudiado durante cuatro años Arte Dramático en escuelas. Estos grupos llegan a los certámenes, arrasan con los premios y dejan al resto con las migajas del pastel que tanto necesitan para poder continuar su andanza.
En alguna ocasión hemos protestado por esta situación y se nos ha respondido que hasta que estos grupos no ganen dinero en una compañía profesional de teatro se les considera aficionados. Este argumento no nos parece válido. De igual manera que cuando un arquitecto, un informático o un historiador terminan su carrera son considerados profesionales de su medio, una persona que ha estudiado Arte Dramático también lo es. No es de recibo que la gente que posee una formación cualificada acuda a espacios en los que juega con ventaja y que no les corresponde, ya que esto sólo perjudicará a los auténticos grupos aficionados. Una cosa es que en un grupo haya una o dos personas con estudios dramáticos y otra que la totalidad de sus miembros los posean. Si permitimos que esto continúe, lo único que lograremos es que el Teatro Aficionado muera.
Por todo ello, aquellos que suscribimos estas líneas, solicitamos a los Ayuntamientos, Certámenes, Federaciones de Teatro Aficionado y demás organismos vinculados con nuestro medio, que velen de forma escrupulosa por la salud del Teatro Aficionado, evitando que esta clase de compañías se adueñen de un espacio que no les pertenece. Sólo pedimos pues, que cada zapatero se ocupe de sus zapatos y no destruya los del resto.
Es importante añadir que esta solicitud no va en contra de nada ni nadie, sino que pretende salvaguardar los principios básicos de un fenómeno que amamos con todas nuestras fuerzas: el Teatro Aficionado. Es en aras de su conservación y no por ningún otro motivo, por lo que hacemos esta solicitud pública con el apoyo de otros grupos de teatro aficionado, asociaciones, personas y Organismos relacionados.
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