1) Tópico: Teatro aficionado malo y barato, teatro profesional bueno y caro.
Cuando hablamos de teatro aficionado o amateur todos parecemos entendernos aunque definirlo ya no sea tan fácil. Hace teatro amateur, o aficionado, el que cultiva o practica la actividad teatral por placer o gusto, sin hacer de ella su profesión (de modo no profesional) ni remuneradamente (sin sacar provecho pecuniario). Por cierto, la Real Academia recomienda sustituir, en lo posible, la palabra amateur por las expresiones españolas aficionado y no profesional. Hasta aquí todo bien.
Lo que parecemos olvidar a veces, es que mucha gente usa el término aficionado, en sentido despectivo, para calificar a un individuo poco competente en su dominio, y el término profesional para calificar a una persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación. Frases como “el suyo es un trabajo de aficionados” lo dicen todo. Y es ese sentido despectivo, el que inconscientemente hace que muchas personas identifiquen teatro aficionado con teatro de baja calidad y teatro profesional como teatro de alta calidad, y sean renuentes a acudir al teatro aficionado.
Otro factor que, añadido al de la acepción despectiva del termino aficionado, influye en el potencial espectador a la hora de acudir a las representaciones, es el hecho de que, muchas entidades públicas, programan el teatro de forma gratuita, sin duda animados por la sana intención de favorecer una mayor asistencia de público. Pero en nuestra subconsciente tendemos a identificar actividad gratuita con actividad de poca calidad, a hermanar y confundir coste con valor.
Este tópico o cliché “Teatro aficionado malo y barato, teatro profesional bueno y caro” se convertido en lugar común, inconscientemente admitido por todos. Si es gratuito no puede ser bueno y si además lo hacen aficionados peor aún.Es necesario explicar y mostrar a la gente que hacer teatro aficionado no esta reñido con hacer teatro de calidad, que si hacemos teatro aficionado no es porque nos consideremos inferiores o menos formados, sino solamente porque hemos elegido una vía alternativa a la profesionalidad. El espectador debe entender que si no se les cobra por entrar a la sala no es porque lo que vayan a ver valga poco aunque no les cueste nada.
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