2) La gratuidad de la entrada ¿ayuda a crear espectadores?
Hay diversas formas de favorecer el acercamiento del público al teatro, de crear espectadores. Una de ellas puede ser la gratuidad del acceso a las salas. Eso sí, hay que explicar al espectador que, aunque ese espectáculo que va a ver, no le “cuesta” nada, eso no quiere decir que valga poco... a pesar de estar marcado por el estigma de ser teatro aficionado.
Hay diversas formas de favorecer el acercamiento del público al teatro, de crear espectadores. Una de ellas puede ser la gratuidad del acceso a las salas. Eso sí, hay que explicar al espectador que, aunque ese espectáculo que va a ver, no le “cuesta” nada, eso no quiere decir que valga poco... a pesar de estar marcado por el estigma de ser teatro aficionado.
No son pocos los “teatreros” que piensan que el espectador debe pagar entrada, aunque sea simbólica. Solo así, si le cuesta un pequeño sacrificio, se seleccionará de una forma natural al público que dará al espectáculo y a los actores la importancia y respeto que se merecen.
Escudándose en un pretendido respeto por el trabajo de los actores, se pretende eliminar así a los incómodos espectadores que acuden sin estar realmente interesados, y que se van a media función. Pero...¿esta el teatro aficionado para “seleccionar espectadores” o, más bien, lo que debe es intentar convencer y mantener al espectador a través de la calidad de su trabajo?. Dejar entrar a un teatro de forma gratuita, no siempre garantiza más afluencia de público y sin embargo supone un gran riesgo... para el grupo, una prueba de fuego. Si lo que ve no le gusta, no le emociona o no le divierte... se irá a media función. Nada atará al espectador a la butaca. No se sentirá remordimiento por haber “tirado” el dinero de forma inútil, ni tendrá que reclamar la devolución de la entrada... simplemente se irá. Si se aburre, se irá. El grupo no siempre reflexiona, como sería deseable, sobre ese fracaso con ese espectador. Muchos prefieren tildar al espectador de irrespetuoso o insensible, en vez de preguntarse sobre el porqué de su abandono.
Un espectador que entra, aunque sea sin excesivo interés, o por curiosidad, puede acabar siendo seducido por el teatro, si lo que ve, le “engancha”. Y ese espectador no solo no se irá sino que reconocerá, y premiará con su aplauso, el trabajo bien hecho. “Enganchar” al espectador, si será merito del grupo.
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